Acerca de educación, sobre aprender y sobre aprendices
11/09/2010Paulina Araneda
Consultora del BID
Durante el siglo XIX, el siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI, un elemento relevante asociado al desarrollo de los países, fue la masificación de la educación. Este proceso, que en los países del norte de Europa es anterior, permitió en ellos tasas de cobertura muy significativas de manera mucho más temprana que en la gran mayoría de los países donde la educación y el acceso a ella son hasta hoy un tema en proceso.
Hoy por hoy asistimos a un desafío relevante y distinto en la tarea de aumentar cobertura en los países, hoy sabemos que el esfuerzo por masificar la educación y pensar en la igualdad de oportunidades no van necesariamente de la mano de la industrialización de los procesos pedagógicos, ni de una mirada homogeneizante de la forma de enseñar para que todos aprendan. Los avances de la sicología y de la neurociencia hoy nos permiten entender de modo más profundo por qué en países en que se han hecho enormes esfuerzos de cobertura y de unificar currículo y procesos pedagógicos, aún no se logra que todos los niños y niñas aprendan.
Por otro lado, en la medida que la cobertura aumenta, el aula se diversifica y se torna un ágora donde en un mismo espacio conviven personas de distintas culturas, géneros, extracción social, intereses y características personales. Esta diversidad ha puesto en jaque al afán de homologar como forma de que todos aprendan, y nos lleva a una nueva etapa en que, contrariamente a lo que se puede suponer, el alcanzar el desafío de la igualdad de oportunidades, requiere de reconocer al sujeto en el esfuerzo de mejora de cobertura. Bosques y árboles al mismo tiempo, tal como en una orquesta sinfónica, se trata de un equilibrio entre la necesidad del grupo numeroso con una obra común a interpretar, con las partituras una a una de acuerdo al instrumento y el rol que juega en la obra.
¿Cómo llegar a todos en un mundo cambiante y diverso donde la ciencia y el desarrollo del conocimiento humano nos confirman la singularidad? ¿Cómo la escuela se hace cargo de esto como institución responsable en un porcentaje gravitante de lo que aprenden niños y niñas?
El desafío entonces es en distintos niveles, por un lado necesitamos avanzar cada día más en el democrático ejercicio de reconocer y respetar la diversidad en todo nuestro quehacer; por otra parte, se necesita que las políticas educacionales migren en las apuestas desde el acceso igualitario al acceso a un mundo de oportunidades. Pasar desde la educación como un proceso a lo largo de la vida hacia el aprendizaje como una experiencia a lo largo y ancho de la vida es en sí mismo un cambio de paradigma que abre nuevas preguntas y requiere nuevas formas.
La escuela: un espacio en tensión
La escuela es un lugar de socialización, ello implica el traspaso de patrones culturales lo que se asocia a la reducción de la complejidad del entorno, como estrategia para insertarse mejor socialmente. Reducir la complejidad a partir de complejizarse a uno mismo es un desafío de la escuela, el punto es que hoy se le pide que este proceso incluya el entregar pautas para vivir en un mundo en transformación, donde tomamos decisiones a cada rato y se requieren cada vez menos pautas conocidas para reproducir la representación que tienen del mundo las generaciones pasadas.
La escuela entonces, está en transformación o al menos está siendo tensionada a iniciar este proceso pues el exigirle que mejore aprendizajes sin considerar lo hasta aquí señalado, implica desconocer el hecho que hay momentos en que se requieren cambios de segundo orden; es decir, cambios en la representación de nuestro quehacer que van mucho más allá de dedicar más horas a hacer lo mismo.
Durante los últimos años estas reflexiones se han acompañado con conversaciones acerca de los espacios educativos, no sólo en términos de su optimización y manejo energético sino que también en cuanto a qué espacios se requieren. Cada vez más vemos propuestas de escuelas sin puertas, escuelas con espacios abiertos y comunes, escuelas con pequeños espacios para trabajar individualmente o en grupos chicos, escuelas donde las fronteras de sus muros se diluyen y se abren a espacios en el mundo real de un modo inimaginable hasta no hace tanto. Escuelas virtuales donde tiempo y espacio cambian y nos enfrentamos a un mundo global, integrado y desconocido para muchos es sus prácticas escolares cotidianas.
Considerando todo lo anterior, es necesario explorar más sobre nuevas formas para responder las preguntas de siempre: cómo hacer para que todos aprendan.
Probablemente las respuestas de Dewey, Piaget, Montessori y Steiner están más vigentes que nunca, el punto es cómo traducirlas en propuestas que consideren el desafío de llegar a todos y todas sin distingos y, reconociendo, que los recursos con limitados y se necesita considerar la sustentabilidad en las apuestas que como es en educación son de mediano plazo.
El desafío es cómo hacer viable los preceptos de los grandes educadores de la historia de la humanidad en el mundo de hoy y cómo plantear metodologías y herramientas que lo hagan sustentable y efectivo sobre todo en países con un porcentaje muy importante de su población infantil y juvenil en situación de pobreza. Es posible que entonces que la tecnología a la que hoy tenemos acceso sea un recurso a considerar, ya no sólo en términos de su desarrollo como oferta posible para la escuela en un espacio convencional sino como una respuesta a la demanda de una nueva escuela donde llegan múltiples personas reconocidas ya no como alumnos (sin luz) sino como aprendices.
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