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Eugenio Severin

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    Síntesis de presentación en el Foro de Competitividad de las Américas (Atlanta, Noviembre 2010)

    Dice el profesor Sugata Mitra que "Si un profesor puede ser reemplazado por un computador, ese profesor debiera ser reemplazado por un computador".

    Con eso llama provocativamente la atención sobre una clave de la integración de tecnologías en educación: los docentes son fundamentales para este proceso, pero docentes diferentes, con un nuevo papel, como articuladores de experiencias de aprendizaje para sus estudiantes. Un buen profesor, es indispensable e irreemplazable.

    Cuando se plantea que las tecnologías tendrán un rol fundamental en la educación del siglo XXI, hay quienes interpretan que hablamos de dispositivos tecnológicos, de "gadgets", de fierros, cables y plásticos.

    Hay quienes creen que se trata de una moda pasajera, que ya se irá, devolviendo la escuela a lo esencial: maestros enseñando a estudiantes. Hay quienes creen que es un invento de empresas transnacionales, enceguecidas por la ambición y el lucro, inventando necesidades que las escuelas realmente no tienen. Hay quienes ven sólo una política marketinera, aprovechada por políticos ingenuos o inescrupulosos. Hay quienes no quieren ver ni saber.

    En las siguientes líneas intentaré aportar algunas ideas generales acerca de por qué es importante el tema, para qué creemos que las tecnologías pueden ser buenas, y cómo podría hacerse. No espero que esto cierre el debate, sino más bien abra el diálogo.

    ¿Por qué tecnologías en la educación?

    ¿Cómo dejar a las tecnologías fuera de la educación? Ha sido el desarrollo tecnológico de fines del siglo XX y comienzos del XXI el que ha generado lo que se ha denominado la "Sociedad de Conocimiento", en particular, el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación.

    La manera en que se produce el conocimiento y la ciencia, en que nos comunicamos con otros, en que nos informamos y en que aprendemos, en que producimos y participamos, en que nos entretenemos y compartimos, están repletas de tecnologías que la hacen posible.

    Una de las características de la "integración" de tecnologías es que estas se vuelven lentamente invisibles. Una tecnología triunfa cuando dejamos de pensar en ella como una tecnología. No pensamos casi en la tecnología que hay en un auto, un televisor, un horno o un teléfono. Simplemente, la usamos para aprovechar lo que nos ofrece.

    Bueno, la noticia es que para los niños, los computadores e internet también se están volviendo invisibles. Ellos están incorporando las tecnologías rápidamente en sus estrategias vitales, en sus maneras de ser y habitar el mundo. Los niños digitales (los nativos del siglo XXI) son diferentes, piensan rápido, pueden hacer muchas cosas a la vez, no toleran largos discursos, buscan resultados simples y rápidos, se niegan a ser espectadores pasivos, exigen ser actores y protagonistas.

    Esto es una buena noticia para la sociedad. La ciencia, las artes, y las empresas, demandan de personas con esas características. Los trabajos rutinarios y manuales desaparecen velozmente, y se crean nuevas ocupaciones, donde la clave es la creatividad y la innovación, la flexibilidad, la capacidad de análisis y la comunicación.

    Y no hay encuesta ni estudio que no revele lo mismo: los egresados de las escuelas de hoy no están preparados ni para el mundo del trabajo ni para la educación superior del siglo XXI.

    Si los niños y niñas son diferentes, si las demandas de la sociedad son diferentes, ¿puede la educación seguir siendo la misma? Si la tecnología es uno de los elementos claves en la conformación de la sociedad del conocimiento, la tecnología en educación no es una buena opción, es una obligación.


    Panelistas del Panel sobre Educación
    ¿Para qué tecnologías en educación?

    Respuesta directa: Las tecnologías en educación deben usarse para mejorar la calidad de los aprendizajes. No se trata de que los niños "aprendan computación". Se trata de ofrecer a los estudiantes experiencias de aprendizaje completamente nuevas, estrategias de construcción colaborativa de conocimiento, centradas en la obtención de resultados de calidad, medibles y demostrables.

    Los contenidos curriculares siguen siendo claves, pero son diferentes. ¿Qué sentido tiene aprender algunas fechas, biografías, fórmulas, y rutinas de memoria, apenas entendiéndolas, si todas están a un clic de distancia en Google? ¿No deberíamos destinar el tiempo de la escuela a comprender, a contextualizar, a relacionar, a utilizar el contenido de manera creativa para comunicar ideas, a crear nuevo conocimiento?

    Las habilidades para la sociedad del conocimiento deben formarse en el sistema escolar. Han sido llamadas también "competencias del siglo XXI": pensamiento crítico, creatividad e innovación, comunicación y colaboración, entre otras. Una educación que no se propone formal y explícitamente el desarrollo de estas habilidades está dando la espalda a sus estudiantes, les está dificultando su desempeño como trabajadores, como profesionales y como ciudadanos.

    La calidad de la educación en el siglo XXI consiste precisamente en preparar a los estudiantes para vivir en la sociedad del conocimiento y pasa por aprovechar todo lo que las tecnologías ofrecen para hacer eso posible.

    ¿Cómo se hace?

    La producción de la educación ha sido hasta ahora una "caja negra", en la que por un lado entran niñas y niños, y por otro egresan estudiantes, con resultados que a nadie tienen contentos. Las reformas hasta ahora han intentado poner en la caja nuevos insumos o mejorar los que había: textos escolares, alimentación escolar, currículos actualizados, formación docente, sueldos de los profesores, infraestructura. Con ello se ha apostado a "mejorar las condiciones" en las que se prestan los servicios educativos.

    Pese a las inversiones, los resultados han sido insatisfactorios y la principal razón es que se han cambiado las condiciones, pero la oferta educativa se ha mantenido inalterada. Salvo la honrosa excepción que hacen contadas escuelas y docentes innovadores, la educación es exactamente la misma que hace cien años. La sala de clases frontal y jerarquizada, el currículo sobre saturado y enciclopédico, y la formación docente tradicional, no han tenido cambios relevantes Decía Einstein que no se pueden obtener resultados diferentes, haciendo lo mismo de siempre.

    Las tecnologías en educación ofrecen una oportunidad inmejorable de disrupción, de sacudir las prácticas educativas de docentes, estudiantes y familias, de cambiar estrategias, pedagogías, metodologías, de manera de ajustarlas a las necesidades de la sociedad del conocimiento. Las tecnologías permiten también dar seguimiento y evaluación a estos procesos como nunca antes.

    Por ejemplo, la educación del siglo XX se propuso, con bastante éxito, la democratización, esto es, que todos los niños accedieran a una educación básica que los habilitara para el mundo del trabajo. La cobertura en muchos países de la región es prácticamente universal y en todos ha crecido enormemente la participación de los niñas, niños y jóvenes en las escuelas.

    La educación del siglo XXI es más exigente. Esperamos de ella que desarrolle en cada niño su máximo potencial. Para eso, ya no basta la oferta educativa promedio que se le daba a niños promedio. ¿Qué sentido tiene que niños que sabemos tan diferentes, reciban las mismas materias, al mismo ritmo y velocidad, con las mismas estrategias, sin considerar sus diversas habilidades, gustos e intereses? Las tecnologías en educación permiten, por primera vez en la historia, imaginar una educación democrática y masiva, pero al mismo tiempo, personalizada.

    En síntesis, la integración de las tecnologías en la educación no es un desafío tecnológico, sino educativo. Y no estamos en condiciones de decidir si queremos o no que las tecnologías modifiquen el panorama de nuestra educación, sino qué tan pronto eso va a ocurrir y cómo haremos para que represente una oportunidad, en especial para los más pobres, aquellos para los que la educación tradicional ofrece, precisamente, menos oportunidades.
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    Paulina Araneda
    Consultora del BID

    Durante el siglo XIX, el siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI, un elemento relevante asociado al desarrollo de los países, fue la masificación de la educación. Este proceso, que en los países del norte de Europa es anterior, permitió en ellos tasas de cobertura muy significativas de manera mucho más temprana que en la gran mayoría de los países donde la educación y el acceso a ella son hasta hoy un tema en proceso.

    Hoy por hoy asistimos a un desafío relevante y distinto en la tarea de aumentar cobertura en los países, hoy sabemos que el esfuerzo por masificar la educación y pensar en la igualdad de oportunidades no van necesariamente de la mano de la industrialización de los procesos pedagógicos, ni de una mirada homogeneizante de la forma de enseñar para que todos aprendan. Los avances de la sicología y de la neurociencia hoy nos permiten entender de modo más profundo por qué en países en que se han hecho enormes esfuerzos de cobertura y de unificar currículo y procesos pedagógicos, aún no se logra que todos los niños y niñas aprendan.

    Por otro lado, en la medida que la cobertura aumenta, el aula se diversifica y se torna un ágora donde en un mismo espacio conviven personas de distintas culturas, géneros, extracción social, intereses y características personales. Esta diversidad ha puesto en jaque al afán de homologar como forma de que todos aprendan, y nos lleva a una nueva etapa en que, contrariamente a lo que se puede suponer, el alcanzar el desafío de la igualdad de oportunidades, requiere de reconocer al sujeto en el esfuerzo de mejora de cobertura. Bosques y árboles al mismo tiempo, tal como en una orquesta sinfónica, se trata de un equilibrio entre la necesidad del grupo numeroso con una obra común a interpretar, con las partituras una a una de acuerdo al instrumento y el rol que juega en la obra.

    ¿Cómo llegar a todos en un mundo cambiante y diverso donde la ciencia y el desarrollo del conocimiento humano nos confirman la singularidad? ¿Cómo la escuela se hace cargo de esto como institución responsable en un porcentaje gravitante de lo que aprenden niños y niñas?

    El desafío entonces es en distintos niveles, por un lado necesitamos avanzar cada día más en el democrático ejercicio de reconocer y respetar la diversidad en todo nuestro quehacer; por otra parte, se necesita que las políticas educacionales migren en las apuestas desde el acceso igualitario al acceso a un mundo de oportunidades. Pasar desde la educación como un proceso a lo largo de la vida hacia el aprendizaje como una experiencia a lo largo y ancho de la vida es en sí mismo un cambio de paradigma que abre nuevas preguntas y requiere nuevas formas.


    La escuela: un espacio en tensión

    La escuela es un lugar de socialización, ello implica el traspaso de patrones culturales lo que se asocia a la reducción de la complejidad del entorno, como estrategia para insertarse mejor socialmente. Reducir la complejidad a partir de complejizarse a uno mismo es un desafío de la escuela, el punto es que hoy se le pide que este proceso incluya el entregar pautas para vivir en un mundo en transformación, donde tomamos decisiones a cada rato y se requieren cada vez menos pautas conocidas para reproducir la representación que tienen del mundo las generaciones pasadas.

    La escuela entonces, está en transformación o al menos está siendo tensionada a iniciar este proceso pues el exigirle que mejore aprendizajes sin considerar lo hasta aquí señalado, implica desconocer el hecho que hay momentos en que se requieren cambios de segundo orden; es decir, cambios en la representación de nuestro quehacer que van mucho más allá de dedicar más horas a hacer lo mismo.

    Durante los últimos años estas reflexiones se han acompañado con conversaciones acerca de los espacios educativos, no sólo en términos de su optimización y manejo energético sino que también en cuanto a qué espacios se requieren. Cada vez más vemos propuestas de escuelas sin puertas, escuelas con espacios abiertos y comunes, escuelas con pequeños espacios para trabajar individualmente o en grupos chicos, escuelas donde las fronteras de sus muros se diluyen y se abren a espacios en el mundo real de un modo inimaginable hasta no hace tanto. Escuelas virtuales donde tiempo y espacio cambian y nos enfrentamos a un mundo global, integrado y desconocido para muchos es sus prácticas escolares cotidianas.

    Considerando todo lo anterior, es necesario explorar más sobre nuevas formas para responder las preguntas de siempre: cómo hacer para que todos aprendan.

    Probablemente las respuestas de Dewey, Piaget, Montessori y Steiner están más vigentes que nunca, el punto es cómo traducirlas en propuestas que consideren el desafío de llegar a todos y todas sin distingos y, reconociendo, que los recursos con limitados y se necesita considerar la sustentabilidad en las apuestas que como es en educación son de mediano plazo.

    El desafío es cómo hacer viable los preceptos de los grandes educadores de la historia de la humanidad en el mundo de hoy y cómo plantear metodologías y herramientas que lo hagan sustentable y efectivo sobre todo en países con un porcentaje muy importante de su población infantil y juvenil en situación de pobreza. Es posible que entonces que la tecnología a la que hoy tenemos acceso sea un recurso a considerar, ya no sólo en términos de su desarrollo como oferta posible para la escuela en un espacio convencional sino como una respuesta a la demanda de una nueva escuela donde llegan múltiples personas reconocidas ya no como alumnos (sin luz) sino como aprendices.
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    Hemos hablado en términos generales sobre la manera en que el aprendizaje ha cambiado con las nuevas tecnologías. Una reciente publicación (2009), que forma parte de los informes de la Fundación MacArthur de Medios Digitales de Aprendizaje, aclara este tema. En The Future of Learning Institutions in a Digital Age (El Futuro de las Instituciones de Aprendizaje en la Era Digital) (disponible de forma gratuita en el sitio web del MIT Press), autores Cathy N. Davidson y David Theo Goldberg nos da 10 principios sobre el futuro del aprendizaje.


    La premisa de este trabajo es que las instituciones de enseñanza han cambiado a menor ritmo que las tecnologías que han transformado la manera de aprender. Fenómenos tales como el aprendizaje participativo y la autoría ‘remix’ han cambiado la forma en que las personas aprenden en línea completamente. En términos generales, las estrategias de aprendizaje son colectivas y horizontales. Las instituciones innovadoras de aprendizaje virtual que se aprovechan de estas herramientas (por ejemplo, Wikipedia) están en aumento. A menos que las universidades y otras instituciones de enseñanza tradicionales reconozcan esta nueva forma de aprender y adaptarse, corren el riesgo de quedar obsoleta. Además, estas nuevas formas de aprendizaje prácticamente no tienen límites: el aprendizaje ocurre en cualquier lugar y en cualquier momento, y con mayor facilidad que antes.

    También en este documento, los autores proponen los pilares de Instrucción Pedagógica: 10 principios para el futuro del aprendizaje:

    1) Auto-Aprendizaje

    2) Estructuras horizontales

    3) De autoridad supuesta a credibilidad colectiva

    4) Pedagogía descentralizada (de-centered pedagogy)

    5) Aprendizaje en red

    6) Educación de código fuente abierto ( open source)

    7) El aprendizaje como conectividad e interactividad

    8) El aprendizaje permanente (life-long learning)

    9) Las Instituciones de Enseñanza como Redes de movilización (Learning Institutions as Mobilizing Networks)

    10) Escalabilidad flexible y Simulación (Flexible Scalability and Simulation)

    Mientras que estas nuevas formas de aprendizaje son sin duda cierto en los Estados Unidos y otros países de la OECD, ¿cómo se relacionan estos cambios en los paradigmas de aprendizaje a América Latina? Hasta la fecha, muy poco se ha escrito sobre temas como el aprendizaje participativo y la autoría ‘remix’ en América Latina.


    Para los que confiesan ser seguidores de los viajes de Henry Jenkins este verano, algunos entradas interesantes han aumentado. Pero ciertas preguntas son inevitables, como: ¿cómo mantener un sentido de identidad cultural durante la participación en una cultura global en línea? Cualquier idea o recursos sobre el futuro de las instituciones de enseñanza y los cambios en la forma de aprender, especialmente en América Latina y el Caribe, son más que bienvenidos.

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    Fuente de la imagen: http://www.sxc.hu
    Las formas de creación y difusión del conocimiento, las estructuras de producción y las formas de participación social, han cambiado radicalmente en los últimos 20 años y estos cambios tienen sin duda una repercusión relevante en las expectativas que la sociedad tiene respecto de los sistemas educativos. Es perfectamente legítimo preguntarse qué entendemos por una educación de calidad en el siglo XXI, con la certeza de que la respuesta a esa pregunta será algo muy distinto de las escuelas que hemos heredado del siglo XX.

    El gran desafío de la educación del siglo XX fue la democratización. Hacer que TODOS los niños tuvieran acceso a MÍNIMOS educativos que les permitieran desenvolverse en la sociedad, como ciudadanos y trabajadores competentes. América Latina en general fue particularmente exitosa en este esfuerzo, especialmente si se compara su avance con los indicadores de los años 80-90.

    Sin embargo, todos percibimos con claridad la insuficiencia de este empeño. Hoy más niños están en las escuelas, pero los resultados educativos están muy lejos de tranquilizarnos. Y no sólo porque los mismos test internacionales nos muestran la brecha enorme que nos separa de los países desarrollados, sino porque notamos cómo la escuela, en su forma actual, aparece impermeable y rígida para abordar los desafíos que el siglo XXI le propone.

    La gran pregunta del siglo XXI a la educación será cómo hacemos para seguir ofreciendo una educación que atiende a TODOS, pero que ofrece espacios y estrategias para desarrollar en CADA estudiante su MÁXIMO potencial.

    Hay dos tendencias que representan este desafío de la educación del siglo XXI. La primera es que, luego del enorme esfuerzo de democratización de la educación en el siglo XX, la calidad pasa necesariamente por hacerse cargo de la diversidad que las escuelas han acogido. Los sistemas educativos de elite y homogéneos, dieron paso a sistemas masivos y altamente heterogéneos. Esta condición está en la raíz de las dificultades que enfrentan los países para mejorar la calidad de sus resultados educativos.

    El esfuerzo de personalización requiere de una organización de la oferta educativa bastante diferente de la que tenemos hoy, mucho más flexible y abierta, que sea capaz de distinguir y reconocer en cada niño y niña sus habilidades e intereses, explotar colaborativamente su propio potencial, conectado con su entorno social y cultural. Esto requiere de sistemas y prácticas para los que la escuela de hoy no está preparada.

    Competencias del Siglo XXI
    Maneras de Pensar
    1. Creatividad e Innovación
    2. Pensamiento crítico, resolución de
      problemas y toma de decisiones
    3. Aprender a aprender, Meta cognición
    Manera de trabajar
    1. Comunicación
    2. Colaboración y trabajo en equipo
    Herramientas de Trabajo
    1. Alfabetización Informacional
    2. Alfabetización Digital
    Vivir en el Mundo
    1. Ciudadanía, local y global
    2. Vida y Carrera
    3. Responsabilidad personal y social,
       incluyendo conciencia cultural y
      competencia
    Fuente: ATC21S Project (2010)
    La segunda tendencia y desafío es cómo las escuelas prepararán a sus estudiantes para enfrentar un futuro laboral y un ejercicio ciudadano marcado por el cambio permanente, donde se requiere, por tanto, de pensamiento crítico, flexibilidad, creatividad y desarrollar la aptitud para un aprendizaje permanente.

    Estas han sido llamadas las Competencias del siglo XXI y están llamadas a apoyar el reordenamiento de los sistemas educativos, en orden a preparar a los estudiantes con mayor pertinencia. Ello implica encontrar mejores instrumentos para medir estas habilidades, preparar a los docentes para desempeñar nuevos roles, identificar y extender nuevas prácticas educativas que fortalezcan el desarrollo de estas competencias, contar con recursos educativos y plataformas de soporte que sostengan y apoyen estos nuevos aprendizajes.

    Estas dos tendencias representan un desafío de la mayor relevancia para los sistemas educativos, en particular en América Latina, donde se debe enfrentar el desafío de la calidad, de manera de avanzar en la competitividad y el desarrollo económico, sin abandonar el esfuerzo por la ampliación de la cobertura en contextos de alta desigualdad.

    Su desarrollo pasa ineludiblemente por sacar provecho del desarrollo tecnológico. El uso de tecnologías en educación no se relaciona con la cantidad de dispositivos digitales distribuidos por los gobiernos, sino con la forma en que los sistemas educativos integran el uso de tecnologías de manera holística, para impulsar y apoyar los cambios que les permitan alcanzar aprendizajes pertinentes a las demandas de la sociedad.

    Las decisiones de política educativa del presente son las que nos acompañarán los próximos años. La actual discusión sobre educación es una buena excusa para hacernos la pregunta de fondo: ¿estamos buscando respuestas a las preguntas del siglo XXI o seguimos tratando de remendar nuestra educación del siglo XX?
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    1. La productividad y la competitividad de los países en la Sociedad del Conocimiento, incorporan necesariamente el uso intensivo de Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs), las que no sólo han modificado el tipo de producto que los países pueden desarrollar, sino también sus propios procesos de producción.
    2. El impacto social, cultural y productivo que las TICs representa un desafío mayor para los sistemas educativos, demandando la formación de ciudadanos que cuenten con habilidades específicas para el manejo de estas tecnologías, pero que además, desarrollen competencias genéricas especialmente relevantes para esta nueva sociedad, llamadas “competencias del siglo XXI”.
    3. Los niños nacidos desde el año 1990 en adelante han sido bautizados como “nativos digitales”. Ellos han crecido en una sociedad donde las TICs son parte natural de su ecosistema, ya sea por acceso directo o aspiracional. Ellos han desarrollado una relación espontánea de usufructo de estas tecnologías, incorporándolas a sus estrategias de interacción, comunicación y producción.
    4. Los esfuerzos desarrollados hasta ahora por la mayoría de los países de América Latina, han apuntado a reducir la brecha de acceso a las TICs, permitiendo en muchos casos, que niños de zonas aisladas y pobres, tengan la oportunidad de conocer e interactuar con las TICs en su entorno escolar. Ese esfuerzo, sumado a la capacitación de los docentes, ha permitido disminuir la distancia entre escuelas pobres y escuelas acomodadas, y también entre los niños y sus maestros.
    5. El indicador de éxito en la introducción de TICs en educación, será la medida en que estas logren impactar en los aprendizajes de los estudiantes, tanto en la adquisición de contenidos curriculares, como en el desarrollo de habilidades y competencias que les permitan su plena integración a la sociedad del conocimiento.
    6. El desarrollo de los portátiles de bajo costo (netbooks) ha permitido en los últimos dos a tres años, que por primera vez los gobiernos locales o nacionales puedan plantearse la posibilidad de invertir en la distribución masiva de computadores, considerando que se trata de una innovación disruptiva que permite acceder a un equipo que, aunque limitado tecnológicamente, resuelve las necesidades elementales de los usuarios escolares: acceso a la red, comunicación y productividad básica.
    7. Las estrategias de distribución de un computador a cada estudiante (modelos 1 a 1) buscan fortalecer el desarrollo de estas habilidades y competencias, mediante una reducción drástica de las brechas de acceso, la presencia masiva de equipos y conectividad de manera de generar redes de colaboración y apoyo, y la apropiabilidad de los equipos, permitiendo el uso permanente, dentro y fuera de la escuela.
    8. Las experiencias de estrategias 1 a 1 desarrolladas hasta ahora en el mundo han demostrado que la sola inversión en equipamiento y conectividad no produce impactos en los aprendizajes de los estudiantes, y que es imprescindible considerar un conjunto de condiciones complementarias que modifiquen sustancialmente las prácticas educativas, de manera de sacar partido de las inversiones. Entre aquellas, destacan la formación docente, la disponibilidad de recursos educativos digitales pertinentes, ajustes curriculares, modificaciones legales y políticas de largo plazo.
    9. El marco institucional de este tipo de iniciativas, se basa en la alineación y coordinación de tres factores imprescindibles: fuerte compromiso político de las autoridades, estrecha vinculación e incorporación de los actores del sistema educativo y una detallada implementación logística y técnica.
    10. El desarrollo reciente de estas iniciativas impone un seguimiento muy cercano, evaluaciones rigurosas y canales de comunicación fluidos entre quienes las están implementando, de manera de desarrollar y compartir conocimiento y experiencia, de manera de mejorar colaborativamente las posibilidades de efectividad en el logro del impacto propuesto.
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    Estamos participando en el Webinar "La Integración de las TICs en Educación: Modelos 1 a 1" organizado por el Instituto Internacional de Planeamiento de la educación de UNESCO (IIPE) y Flacso Argentina.

    Acá puedes escuchar la presentación que hemos hecho y participar hasta mañana jueves en el foro:
    http://www.webinar.org.ar/conferencias/tics-educacion-bid
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