Educación a distancia en el siglo XXI ¿Una nueva oportunidad?

4/12/2010

En la segunda mitad del siglo XX, una serie de iniciativas promovieron la educación a distancia, mediante el uso de la televisión, como una forma de resolver el reto que significaba hacer llegar contenidos de calidad a localidades o escuelas remotas, mostrar el desempeño en la entrega de dichos contenidos de maestros eficaces, o generar oportunidades de formación flexibles para estudiantes que habían abandonado la escuela.

La evaluación de dicha experiencia no fue buena. El uso que se hacía de los materiales disponibles era escaso, en muchos casos el acceso era difícil y rígido, y el impacto final en tasas de matrícula o resultados educativos fue bajo.

Con el surgimiento de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, aparecieron numerosas opciones de formación a distancia, ahora conocidas como e-Learning, que despertaron enorme entusiasmo en la última década del siglo pasado, pero que lentamente se concentraron en la oferta de educación superior.

Probablemente, esta concentración se deba, entre otras causas, a las oportunidades de mercado disponibles en este nicho. Efectivamente, por esta vía las instituciones de educación superior podían ampliar su oferta disponible, sin grandes inversiones en infraestructura ni personal, apuntando a un público interesado (que no tenía alternativas en la educación superior tradicional dadas las barreras económicas y académicas de entrada) y por tanto con disposición de pago.

Otro factor relevante puede ser el que las modalidades de educación a distancia desarrolladas en ese entonces estaban fuertemente marcadas por la idea del autoaprendizaje. Cada estudiante, frente a su computador, debía mantener una estricta autodisciplina para sostener sus estudios, fuera del control permanente de docentes y autoridades. Esto significó que una inmensa mayoría de programas de formación a distancia fracasaran debido a las enormes tasas de deserción de sus alumnos. Y probablemente, el público adulto tenía mayores motivaciones y grados de madurez suficientes para perseverar, en comparación con niños o adolescentes.

Sin embargo, hay tres elementos novedosos, propios de los últimos tres o cuatro años, que hacen relevante preguntarse sobre las posibilidades de la educación escolar a distancia, usando las tecnologías de la información y la comunicación, en el siglo XXI:

  1. La consolidación de la Web 2.0 (participativa y colaborativa) y el desarrollo de lo que se ha denominado “computación en la nube” (en referencia servicios y aplicaciones que funcionan completamente en internet y que por tanto no requieren estar almacenados en computadores locales, ni demasiado poderosos, y son accesibles desde cualquier lugar y dispositivo), ha implicado la aparición de herramientas cada vez más potentes, capaces de proponer experiencias educativas muy enriquecidas, respecto a las que hace apenas unos años estaban disponibles. De esta manera, es posible imagina plataformas de formación en línea no sólo más potentes y versátiles, sino además mucho mejor adaptadas a las necesidades de cada usuario, sean estas espaciales (ubicuidad), tecnológicas (diversas posibilidades de acceso) o educativas (distintos estilos y ritmos de aprendizaje).
  2. El avance de las TICs en el mundo, a precios cada vez menores (tanto del equipamiento como de la conectividad), ha abierto la oportunidad para que muchas familias tengan acceso a recursos digitales, pero también a que muchos gobiernos (nacionales, regionales o locales) hayan hecho importantes inversiones para reducir las brechas de acceso que enfrentan las familias de menores recursos. La ola de proyectos 1 a 1 en la región es una muestra de aquello.
  3. En contraposición a los dos puntos anteriores, América Latina enfrenta la persistencia de las dificultades para alcanzar alta cobertura, especialmente en la educación secundaria, tanto por razones geográficas y económicas, como por la deserción de los estudiantes, los que no ven en la escuela, en muchas ocasiones, una oferta con el atractivo suficiente para mantenerlos motivados y con expectativas razonables respecto de sus logros. A esto se suma el que, pese a los innumerables recursos invertidos y las diferentes aproximaciones que han tenido los procesos de reforma, los resultados educativos están muy lejos de la calidad esperada.

Estos tres factores combinados, plantean una oportunidad de reflexión acerca del potencial que puede tener la educación a distancia, en el ámbito escolar de América Latina, sobre el que vale la pena intentar nuevas aproximaciones.

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